Una semana de incertidumbre pensando en que haría. Si era un embarazo extrauterino mala cosa. No me preocupaba tener que pasar por el quirófano. Mi mayor preocupación era que al ser ingresada todos se enterarían de mi rollo con Pablo. Porque claro no iba a estar embarazada del Espíritu Santo. La ingenua de mi, no sabía que todo el mundo ya se había dado cuenta de como nos mirábamos y de que entre nosotros había algo.
En el caso de que el embarazo fuera normal tenía otra preocupación. Decidir que hacer porque a mi eso del aborto no me hacía gracia, además de tener que gastar dinero estaba en contra.
Aún recuerdo cuando mi hermana se quedó embarazada, cuando estaba a punto de cumplir quince años. El escándalo que hubo en el colegio de monjas. Pero sobre todo aquel lío que montaron. Primero mi madre, haciéndole bajar y subir escaleras corriendo, para ver si había suerte y abortaba de manera espontánea. Mi hermana, diciendo que ella quería tener el bebe y casarse con su novio. Luego las monjas diciendo que no podían consentir que siguiera yendo al colegio si continuaba con el embarazo, sería un mal ejemplo para el resto de las niñas. Un mal ejemplo y resulta que algunas de esas niñas compañeras de mi hermana ya habían estado en Londres, por cien mil pesetas viaje ida y vuelta y aborto incluido. Por supuesto mi madre no podía permitirse un gasto así. Llamó a una señora que por lo visto podía ayudarla, le pondría unas inyecciones y listo. Las demás hermanas decíamos que era una bruja aquella mujer que venía a ponerle la inyección. Inyecciones que no surtieron el menor efecto.
En el colegio seguían presionando a mi madre diciéndole que tenía que buscar una solución, una de las profesoras externas dijo que tenía un matrimonio amigo sin hijos que estarían encantados de quedarse con el bebe cuando naciera. Mi madre no dijo nada pero una vez en casa montó en cólera.
-¡un matrimonio!, ¡amigo! ¡un matrimonio de bien!, nosotros somos de mal, ¿qué se cree esa que voy a tener un nieto para luego regalárselo a sus amigos?.
-ni en sueños, yo os he criado a vosotros cinco y sino queda otro remedio y lo tienes que tener seremos uno mas en casa. Saldrá adelante como habéis salido todas hasta ahora.
Así y todo yo ya daba al bebe por no nacido y cuando la profesora de lengua, una monja del colegio, nos mandó hacer una redacción en clase. A mi no se me ocurrió otra cosa que escribir algo relacionado. No sé porque extraña razón las palabras de aquella redacción que escribí cuando acababa de cumplir catorce años se quedaron grabadas en mi memoria.
“carta a un niño nacido muerto”
Una tristeza me aflige en lo más profundo de mí ser
Al saber que tu te has muerto, lucero de mi corazón
Y no sé que soy capaz de hacer, pues mis fuerzas no controlo
El día en que te vi nacer, muerte hubiera deseado
Pero esa suerte te toco a ti y ahora lloro por tu muerte
La profesora elegía al azar para que leyéramos en voz alta lo escrito y me pidió a mi que leyera mi trabajo. Terminé el último párrafo con voz temblorosa y ojos llorosos. Se hizo un silencio en toda la clase porque a esas alturas todos sabían lo de mi hermana. Después la profesora se aclaro la garganta para continuar diciendo.
-Bueno ¿véis? Eso es algo escrito con verdadero sentimiento a la vez que me miraba perpleja.
En vista de que el embarazo seguía adelante en el colegio recomendaron a mi madre que se llevará a mi hermana fuera del colegio antes de que empezara a notársele la barriga y tuvieran que expulsarla.
Gracias a eso hoy tengo una sobrina de veinticinco añitos. Que en el momento de mi quebradero de cabeza, ya tenía nueve y era adorable. Así que cuando imaginaba que hacer en el caso de que fuera un embarazo real, no podía evitar tener un montón de pensamientos enfrentados. Mejor esperar hasta estar segura de que tipo de embarazo era y luego decidir. No podía estar toda la semana preocupándome dándole vueltas al mismo tema. La semana pasó y una vez en la consulta, el doctor me dijo que si hasta entonces no había sentido nada extraño, había muchas posibilidades de que fuera un embarazo normal.
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